Estaba convencida, que sin él, los momentos dulces que sucedieron dentro de su alma, nunca volverían a repetirse. Que sin el ser al que más amaba, la felicidad no volvería a aparecer en su rostro. Sin él su vida no tenía sentido. El poco sentido que le quedaba, era para imaginar con los ojos cerrado, su piel, sus manos, sus besos, sus caricias, sus abrazos y sus palabras, unas palabras que la hacían enloquecer de amor por él. Había vivido un sentimiento hermoso, bello, precioso, grande, espléndido, con el que había soñado durante mucho tiempo. Fue una promesa cumplida. Fue el momento de ellos dos, ilusionados, felices y exaltados porque el alba para ellos había llegado...
Tenerlo entre sus manos, sentir su piel cerca de ella, besándolo, abrazándolo y acariciándolo, rezando porque nunca terminara, porque la noche se hiciera tan larga como el día, porque fuera suyo por siempre. Queriéndolo, dándole todo lo que tenía entre sábanas blancas, ofreciéndole toda su vida, esperando que él la tomara para siempre. Saboreando el amor segundo a segundo y quedándose sorprendida del ser que tenia entre sus brazos. El amor más sincero que nunca jamás le habían dado, el sexo más puro que jamás nunca había probado, el cariño mas noble que jamás nunca había obtenido.
Pensó que no habría día en su vida que pudiera superar lo vivido, que había sido lo más maravilloso que le había sucedido en la vida, y comprendió que ya no sabía vivir sin su piel...
Entonces, el recuerdo de su piel la hizo llorar, pero sonrió pensando que no solo había sido un momento en sus vidas, sino que sus almas se buscarían sin fatiga para algún día encontrarse eternamente...
No hay comentarios:
Publicar un comentario